por Guillermo Villarreal
El presidente Mauricio Macri recibió esta semana señales ambivalentes desde la Iglesia y también nuevas advertencias sobre las consecuencias de un programa económico que, según los obispos, prioriza la transferencia de recursos y dilata la solución de los problemas sociales urgentes.
La señal positiva llegó del Vaticano, con la confirmación de que el papa Francisco recibirá al primer mandatario el 15 de octubre, en la víspera de la canonización del Cura Brochero, y no el 17 de octubre, Día de la Lealtad, como se había anunciado. Cambio que trajo alivio en la Casa Rosada, por las connotaciones políticas que la fecha peronista conlleva.
La Mini Davos, como llamó el Gobierno a la cumbre de empresarios en Buenos Aires, tuvo lecturas dispares en la Iglesia. Entre otras, varios obispos aseguraron que ese Foro de Inversiones y Negocios puso en evidencia que la administración macrista confía “demasiado” en la llegada de inversiones del extranjero, y en la “teoría del derrame”, la misma que cuestiona el pontífice argentino.
Francisco, que fue tildado de marxista por esa opinión, criticó en varias oportunidades desde su llegada al pontificado los mecanismos “sacralizados” del sistema económico imperante en el mundo que, sostiene, condena a la pobreza y a la exclusión a cada vez personas.
El Papa tampoco dio rodeos para manifestar que descree de esa teoría del derrame, nunca confirmada en la práctica, que expresa “una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico”.
En esa línea, el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) alertó sobre el riesgo que implica poner “demasiadas expectativas” en el efecto derrame como estrategia de gobierno para alcanzar el prometido objetivo de Pobreza Cero.
Los obispos consultados por DyN manifestaron también su preocupación por las declaraciones de empresarios que, durante la mini cumbre en el CCK, condicionaron la llegada de nuevas inversiones a una flexibilización del sector laboral argentino.
Sin embargo, la señal eclesiástica más contradictoria para los residentes de Balcarce 50 provino de la reunión que la mesa ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina mantuvo el miércoles con la nueva conducción de la CGT unificada y dirigentes gremiales.
Los obispos encabezados por monseñor José María Arancedo dijeron coincidir con la central obrera en la necesidad de pedirle a Macri mayor “celeridad” en dar respuestas a problemas sociales, entre ellos la falta de empleo, y de cuestionar que ahora el macrismo apueste a la gradualidad, cuando en la campaña electoral prometió grandes cambios en el impuesto a las Ganancias.
Además las autoridades eclesiásticas instaron a los referentes de la CGT unificada a agotar todas las instancias de diálogo antes de adoptar medidas de fuerza extrema como un paro general. Un pedido episcopal a los sindicalitas que aflojó la tensión de varios funcionarios de Cambiemos.
Desde la Iglesia también cuestionaron que el gobierno pretenda reformular el plan para traer al país refugiados sirios que huyen de la guerra y la persecución terrorista, después de que públicamente se dijera que iban a ser 3.000.
Macri, que se congratuló con el presidente estadounidense Barack Obama y otros líderes políticos europeos al afirmar que la Argentina quiere “ser parte de la solución a un problema global”, ahora viaja a Nueva York para participar de la primera cumbre de refugiados y migrantes, en la que notificará de los “cambios metodológicos” que instrumentará en el programa para recibir a los ciudadanos sirios desplazados.
Ante este nuevo escenario, la Comisión Episcopal de Migraciones y la Comisión Nacional de Justicia y Paz difundieron un documento reiterando el llamado a “la responsabilidad y a la solidaridad de todo el pueblo de Dios frente a esta difícil e inesperada situación”.
DyN.